Todo empezó en una sesión de coaching con Juan Carlos Jiménez . En medio de la conversación, me lanzó un desafío:
"Quiero que leas Bien Hecho de Ken Blanchard y me digas cómo lo aplicarías en Everest. Pero no solo leas... concientizalo."
Acepté el reto sin imaginar lo difícil que sería.
El libro cuenta cómo los entrenadores de SeaWorld logran que orcas de cinco toneladas hagan saltos espectaculares sin castigos ni amenazas. ¿Su secreto? Refuerzo positivo: en lugar de enfocarse en los errores, premian los aciertos.
La idea parecía sencilla, pero cuanto más la analizaba, más paradójica se volvía. Toda mi vida había aprendido que liderar implicaba corregir, señalar errores y "enderezar" comportamientos. Pero Blanchard decía que el verdadero liderazgo consistía en lo contrario: enfocarse en lo que se hace bien para multiplicarlo.
Decidí hacer el experimento. Durante una semana, intenté no corregir, sino reconocer. Sonaba fácil, pero me di cuenta de que mi primer impulso era siempre detectar fallos. Me costaba ignorar errores y encontrar los momentos correctos para reforzar lo positivo sin que pareciera forzado o artificial.
A veces dudé. ¿Acaso no es parte del liderazgo corregir? ¿No es riesgoso que la gente piense que todo está bien cuando hay cosas por mejorar? Pero insistí.